Tengo un poco abandonado este espacio. La vida está en uno de esos momentos en que, como me dijo hace unos días un colega, nos obliga a remar en mármol, pero bueno, eso es también vivir. No siempre tenemos sol, pero tomarme un rato para escribir acá ayuda a correr un poco las nubes.
En el último newsletter escribí sobre las tortas de cumpleaños y hoy voy a volver sobre eso. Fue el cumpleaños de Hernán la semana pasada, así que puedo decir que aún estamos en tema. Y hace unos días, también escribió sobre las tortas de cumpleaños en un posteo hermoso en Instagram Ximena Sáenz, y me hizo seguir pensando en todo lo que puede encerrar una torta.
“El síndrome Marta Ballina”, tituló Xime su posteo, e inmediatamente vino a mi memoria una revista que mi tía tenía en el mueble en el que guardaba sus revistas de cocina y sus libros de Chichita de Erquiaga y que yo, a mis 9, 10, 11 años, leía y releía aunque ya me sabía todo lo que iba a leer. Era una revista de Estados Unidos que había comprado en Doña Clara, ese emporio de la repostería del Once. Mi inglés, en ese tiempo, era más que rudimentario así que la entendía tanto como las Burda (¡cómo odiaba no saber alemán! Mi tía tenía una colección de Burdas, y me sentía frustrada frente a esas letras que se me tornaban indescifrables).
Pero me pasaba horas mirando sus imágenes, porque era una revista de tortas decoradas. Y esas tortas decoradas eran tan pero tan pero tan increíbles, que no podía dejar de imaginar una ocasión en que alguien me regalara una o yo pudiera hacer una de ellas. La que más me gustaba era una que se hacía con un molde redondo para simular una falda, en ese bizcochuelo incrustaban una Barbie y luego decoraban la masa y la muñeca con un traje de princesa. Esa torta era mi sueño.
Mi tía tenía intenciones, pero, claro, no era Marta Ballina. Ustedes son muy jóvenes y no saben que el nombre de esa pasta blanca con la que se cubren las tortas se debe a la pastelera que fue una referente en Argentina en los 80 y 90, y a quien amábamos mirar en Utilísima (ya hablaré alguna vez acá de mi educación gastronómica frente a la pantalla). Murió en 1997 en un accidente de tránsito, apenas regresada a Ezeiza de una convención internacional de su especialidad.
La tía Albina no me hizo la Barbie, pero sí decoró una torta redonda con la cara de una nena cuando cumplí 10. Le puso mucho esfuerzo, como pueden ver. También me hizo una torta hermosa cuando cumplí dos: era un gato.
Y hubo muchas plazas, claro. ¿Cuántas tortas de plaza tuvimos las nenas y cuántas canchitas de fútbol los varones? El verde césped de grana verde, ¡por favor, no de coco coloreado!
Yo nunca gocé de talento para la decoración y tengo que agradecer que, en la generación de mis hijos, las tortas que se imponían eran las de muñecos de porcelana fría. Tuvieron todas las princesas de Disney, los Minions, los animales de Madagascar…
En una época en que se me daban las manualidades, en su primer cumpleaños a Paloma le hice a los hermanos Koala. Fue mi debut y despedida en la porcelana fría (verán los problemas en la proporción de los brazos de los muñequitos). Después, los encargué. Pero siempre, como dice Ximena, el amor que se pone en una torta de cumpleaños es invaluable. Te salga como te salga.
¿Vos también tenés una torta que recuerdes especialmente? Te leo en los comentarios.
El festival del chocolate
Llegó el frío y volvió al Sofitel Recoleta su clásico Festival Du Chocolat, el evento más dulce del invierno porteño. La chef ejecutiva Erika Scaffino y todo el equipo de La Pâtisserie del hotel intervienen cada sábado Alma, el restaurante del Sofitel, para transformarlo en un festival de sabores dominado por la estrella, el chocolate.
Durante junio, de 13.30 a 16, es posible disfrutar de una variedad de sándwiches, crêpes y wraps salados, y una explosión de opciones de pastelería que incluyen petit gâteau, cookies, croissants rellenos, macarons, alfajores y, este año, varias novedades: una isla de profiteroles (que rellenan con helado de crema artesanal y toppings a elección), otra de wafles y una de fondue de tres chocolates (semiamargo, con leche y blanco). Y la gran estrella, una sala repleta de bombones, con rellenos de todo tipo (el de lima, imperdible). Todo, con infusiones, jugo y agua libre, y una copa de espumante Baron B. Es con reserva previa desde la cuenta de Instagram de Sofitel Recoleta y en este reel les muestro más.
Agenda
Sabor a Buenos Aires. El festival de la gastronomía porteña vuelve este fin de semana al Parque Thays (Av. del Libertador y Ayacucho) con parrillas, pizzas, empanadas, platos de invierno, panadería, pastelería y café de especialidad. Habrá cafés desde $ 2.500, opciones de pastelería a $ 2.500 y platos desde $ 7.000. Sábado de 11 a 20 y domingo de 10 a 19.30.
Soundtrack: Para quién trabajás (Marilina Bertoldi)
En estos días, Marilina se convirtió en mi compañera musical inseparable. Y particularmente la energía de este disco me resulta combustible para el motor. Lo estoy escuchando tanto que ya sé que de qué va a ir el wrapped 2025 de Spotify: sólo temo terminar quemándome El gordo.
Gracias por leerme ❤️
Adriana
Archivo
Banquete #9 - La torta de cumpleaños
Banquete #8 - Mujeres que cocinan ideas
Banquete #7 - Las mejores milanesas del mundo
Banquete #6 - Las comidas del fin de semana
Banquete #5 - Los recuerdos del huevo de Pascuas
Banquete #4 - Las famosas estrellas
Banquete #3 - Mi receta de empanadas favorita
Banquete #2 - Ness, el restaurante que rompe barreras
Qué belleza este texto, y las fotos que atestiguan cada historia! La Adri nena y sobrina, la Adri mamá, las tardes mirando Utilísima, los sabores de esas tortas y las sensaciones de esos festejos. Todo traspasa la pantalla. Nunca dejes de escribir, que sana, y el mundo necesitan buenas historias ♥️.
Por favor no descuides este lugar maravilloso para leerte. Respecto a la torta de cumpleaños y fiel a mi espíritu quejoso, nunca entendí la combinación de duraznos de lata, crema y dulce de leche. Por suerte los cumpleaños ya en mi periodo de independencia (desde los 26) empecé a buscar lugares que hagan muy buenas tortas: el primero fue El Ombú en la calle Quintana con una marquise de chocolate amargo sublime. Y si…. soy capaz de viajar una hora (ida y vuelta) por el placer hedonista gastro.